Podríamos estar viviendo ahora las consecuencias de la visita de una estrella a nuestro propio sistema solar hace decenas de miles de años, como proponen varios investigadores españoles y finlandeses en un estudio reciente. Esta hipótesis surge a raíz de la observación en los últimos años de varios objetos procedentes del exterior de nuestro sistema solar, como 1I/’Oumuamua y 2I/Borisov. La detección de estos dos objetos, y otros más pequeños que han impactado la atmósfera con trayectorias similares, en tan poco tiempo sugiere que forman parte de una población de objetos que podría contener decenas o cientos de ellos. La mayoría de ellos podrían ser rocas de apenas centímetros de tamaño, capaces de impactar contra la Tierra sin despertar demasiado interés.
Cuando un objeto impacta la atmósfera a alta velocidad, choca con las partículas del aire, abrasando sus capas externas y radiando grandes cantidades de energía. Esta fase luminosa es conocida como meteorito o bólido. La detección de estos eventos permite tanto el análisis fisicoquímico como la determinación de la órbita del objeto con respecto al Sol. El análisis del reciente estudio se centra en un meteorito que rozó la atmósfera de la Tierra, conocido como FH1, registrado por la Red Finlandesa de Bólidos en octubre de 2022. Este meteorito tenía una órbita probablemente hiperbólica, es decir, su trayectoria indica que no está ligado gravitacionalmente al Sol, que no orbita a su alrededor.

Representación artística de una enana roja atravesando una región llena de asteroides y pequeños cuerpos. Foto: DALL-E 3 .
¿Propio o ajeno?
Este objeto, FH1, podría ser un objeto interestelar, como los dos más grandes detectados recientemente, o bien podría tratarse de un objeto procedente de la Nube de Oort, la región hipotética más externa del sistema solar, que podría contener trillones de objetos. Además, según este estudio, FH1 podría estar asociado con el paso del sistema estelar binario de Scholz. La Estrella de Scholz, como se conoce a este sistema, está situada a unos 22 años luz de la Tierra y consiste en verdad en un sistema binario, con una enana roja de unas 90 veces la masa de Júpiter acompañada por una enana marrón algo menos masiva. Fue descubierta en 2013 y unos años después se determinó que hace unos 80 000 años, pasó increíblemente cerca de nuestro sistema solar, pasando a una distancia algo menor a un año luz. Este encuentro cercano podría haber perturbado gran cantidad de objetos en la Nube de Oort, potencialmente enviando algunos de estos cometas hacia el interior del sistema solar.
Esta estrella por supuesto no ha sido la única en visitarnos de cerca. Se estima que sufrimos un evento similar cada aproximadamente 100 000 años, siendo este el más reciente conocido. Se ha calculado por ejemplo que la estrella Gliese 710 pasará unas 5 ó 6 veces más cerca que la estrella de Scholz dentro de más de un millón de años, a una distancia de unas 10 000 unidades astronómicas del Sol. Esta estrella es considerablemente más grande, con un 60 % de la masa del Sol. Cuando se acerque brillará en el cielo más que Júpiter y sin duda afectará a las órbitas de multitud de objetos del sistema solar exterior, provocando mayor actividad meteorítica durante millones de años.
Más son multitud
Este estudió también ha considerado el origen del segundo meteorito interestelar descubierto, llamado simplemente IM2, concluyendo que podría ser consistente con el encuentro cercano con la estrella de Scholz. Además este IM2 mostró propiedades típicas de asteroides con alto contenido de hierro y no tanto de hielo, produciendo posiblemente un meteorito metálico recuperable. Si estos impactos de objetos hiperbólicos (y otros descubiertos recientemente) fueran provocados por visitantes interestelares, tendría ciertas implicaciones. Muchos de ellos parecen provenir de las cercanías de la constelación de Géminis, lo cual sería poco probable de tratarse de sucesos aleatorios y sin relación entre sí. Además su composición y características físicas parecen bastante similares, lo cual tampoco se esperaría de una muestra aleatoria de objetos. Sin embargo, si vienen de la Nube de Oort, estas dos características tendrían sentido. Además proporcionaría evidencia adicional a las teorías de evolución del sistema solar que proponen que los gigantes gaseosos no se formaron a la distancia que hoy los separa del Sol y que emigraron al interior del sistema solar interactuando con incontables asteroides que salieron despedidos en todas direcciones, acabando muchos de ellos en largas órbitas en los confines de nuestro vecindario galáctico. Esto sugeriría que la Nube de Oort podría contener objetos con menor proporción de hielo de la que pensábamos.
Todo esto también sugiere que la actividad de esta Nube de Oort podría ser más alta de la considerada hasta ahora. Entre las interacciones entre objetos de la propia nube y con visitantes del exterior del sistema solar, como la estrella binaria de Scholtz, este ambiente podría ser mucho más dinámico, lanzando mayor cantidad de material hacia la región ocupada por los planetas.
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