Por Domingo Jiménez mingoproduccion@gmail.com
Encontrarme justamente ahora en un hotel de Punta Cana, es un gran privilegio. Abrir las cortinas de estos ventanales, disfrutar de ese mar azul sensual y un cielo tan despejado, es sentir una paz indescriptible, que sólo puede hallarse en el paraíso. Sin embargo, paradójicamente yo no vine a este sitio a disertar sobre la belleza, sino a todo lo contrario. He sido invitado para impartir una charla, en la que pienso abordar la situación del manto freático y el peligro de contaminación de las aguas subterráneas en este destino turístico.
El agua es el recurso vital por excelencia para todos los seres vivos del planeta, incluyendo a los humanos. Tan preciado líquido, en los peces ocupa el 65% del cuerpo, en los árboles un 50%, de los frutos resalta el melón con un 98% y en los seres humanos el 60%, entre otros muchos ejemplos que no haría falta citar. Sin el agua, el hombre no pudiera subsistir más de tres días.
Con razón, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha decretado el derecho humano del agua y al saneamiento, el cual consiste en reconocer que todo hombre pueda tener acceso a una cantidad de agua suficiente para su uso personal y doméstico (fluctúa entre 50 y 100 litros de agua por persona cada día) Además, que dicho recurso debe hallarse de forma segura, asequible y aceptable. Se incluye en esas normativas que el coste del agua no exceda el 3% de los ingresos de la familia y que la fuente de obtención debe encontrarse a menos de mil metros del hogar o su recogida no debe sobrepasar los 30 minutos. A propósito de dichas disposiciones, recuerdo ese video que vi hace poco, donde una madre soltera recorre gran distancia para garantizar el agua con que ha de atender sus hijos pequeños; o aquel otro, donde un grupo de personas se ve obligado a beber agua de un río pestilente.
Hay mucho que decir en esa charla de mañana sobre el cuidado de nuestro más preciado líquido: si por la sociedad de consumo, continuamos explotando el planeta desordenadamente, si seguimos desarrollando nuestro modelo energético y nuestro ritmo de vida actual, indiscutiblemente que estaremos al borde de un estrés hídrico general y eso pudiera acontecer en cualquier parte, incluyendo la hermosa localidad de Bávaro Punta Cana.
El estrés hídrico se produce cuando la demanda de agua es superior a la cantidad disponible o cuando su aprovechamiento se ve limitado por su baja calidad. En detalles, su impacto es así:
-Avería en los acuíferos por sobre explotación, lo que limita la cantidad de agua, trayendo como resultado la sequía.
-Pérdida de la calidad del agua por la contaminación de la materia orgánica derivada de las industrias, labores domésticas, etc., además la intrusión salina y la eutrofización, fundamentalmente.
El estrés hídrico sería un buen tema para el intercambio de mañana, teniendo en cuenta que en esta zona no existen ríos muy caudalosos y la extracción de agua depende de pozos, los cuales están muy propensos a la intrusión salina por la cercanía del mar.
Respecto a los niveles del estrés hídrico, el indicador 6.4.2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, tiene como meta en un período de tiempo hasta el 2030, el aumento considerable en la utilización de los recursos hídricos. Se pretende contrarrestar así, la escasez de agua dulce que ya existe de manera global.
Actualmente billones de personas en el orbe no poseen la facilidad del agua potable de modo seguro, no obstante, la demanda energética se está triplicando. Se calcula que para el 2025, unos 1500 millones de personas tendrán una falta de agua total y que dos tercios de la población del mundo, pudieran hallarse inmersos en un estrés hídrico. Testimonio de eso, es la información que nos brinda la herramienta Aqueduct de World Resousces Institute, donde se identifican algunos países que se presuponen con más estrés hídrico entre 2030 y 2040. Entre ellos encontramos a Arabia Saudita, Omán Bahrein, Qatar, San Marino, Singapur, Kuwait, Palestina, Líbano, Israel y Emiratos Árabes Unidos, tanto como Namibia, Chile, Bostwana y Estonia.
Por las anteriores razones, estimo que el eje del intercambio de mañana, pudiera ser cómo contrarrestar el estrés hídrico en esta demarcación dedicada al turismo. Por cuanto, comentaría yo sobre las siguientes medidas:
-Es imprescindible la construcción del acueducto y embalses de agua anexos.
-Mejorar el sistema de las aguas residuales, tanto en el uso doméstico como industrial.
– Efectuar un verdadero control poblacional.
-Tener más incidencia en la desalinización.
Después de esta última reflexión y decidido sobre el tema que voy a exponer mañana, al regresar de la terraza y ya en la habitación, me percato de una pequeña tormenta. Como otras veces, mi hija Daneirys, que me ha acompañado en el viaje y es la persona más feliz bajo la ducha, la ha dejado abierta. Le he requerido sobre eso infinidad de veces. Yo pensando en qué más decir sobre el agua y, precisamente ella, desperdiciándola sin compasión. Por tanto, me vi motivado a entrar en otro tipo de análisis… El estrés hídrico se sustenta en dos factores básicos: el cambio climático y los malos hábitos industriales y residenciales. Concluyo entonces, que lo más adecuado del encuentro de mañana, sería instar a las autoridades a crear un verdadero gobierno sobre el agua y la búsqueda de una mayor concientización al respecto.
Al recurrir a este nuevo asunto, me auxilié en los preceptos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) la cual establece que “la gobernanza del agua es un conjunto de reglas, prácticas y procesos (formales e informales) políticos, institucionales y administrativos a través de los cuales, se toman e implementan decisiones, los actores pueden articular sus intereses y que sus inquietudes sean tomadas en consideración y, los tomadores de decisiones rinden cuentas por su gestión del agua. Es decir, tiene que ver con el papel de las instituciones y las relaciones entre las organizaciones y los grupos sociales implicados en la toma de decisiones, tanto de forma transversal entre los sectores y entre zonas urbanas y rurales, como de forma vertical desde el nivel local al nivel internacional”.
“Es momento de invertir en educación, investigación, en proyectos de saneamientos, en nuevas técnicas de obtención de agua potable, en más y mejores campañas de concientización y es urgente, se nos puede hacer tarde al respecto”.
Retomando el desastre hídrico que irónicamente había provocado mi hija, entendí aún mejor, que las concepciones sobre el agua en las personas, son devenidas de un contexto cultural, y que las mismas sólo pueden ser cambiadas con una mejor orientación, una verdadera concientización. Urge crear en las comunidades una cultura del agua, o sea, crear acciones formativas y estrategias para educar sobre el cuidado del agua.
Según la UNESCO (2006) “La cultura del agua es el conjunto de creencias, comportamientos y mecanismos utilizados para satisfacer las necesidades relacionadas con el agua y todo lo que depende de ella.
He ahí finalmente, qué decir en mi charla de mañana:
-Destacar la importancia del agua y por qué es inminente su cuidado, ya que nuestra subsistencia depende de que tengamos acceso a ella y con su debida calidad.
-Señalar las actitudes inadmisibles con relación al recurso hídrico y mostrar qué nuevas prácticas deben sustituirlas, de manera que conlleven a un nuevo estilo de vida.
-Destacar que el agua es un bien común al que todos tenemos derecho, pero que su cuidado es individual y no puede controlarse por las autoridades; por tanto se somete a una determinación concientizada de los seres humanos.
Por todo lo revisado anteriormente, comprendo que mi charla debe comenzar ahora. Mi hija va a conocer a profundidad que la mayoría de los conflictos relacionados con el agua, se derivan de nuestras malas prácticas culturales.
La irresponsabilidad en la utilización del agua incide negativamente en nuestra salud, nuestra economía y el medio ambiente, por lo tanto se deben poner en práctica planes de estudios oficiales en los centros educativos y una promoción sistemática en los medios de comunicación. Hay que educar, informar y sensibilizar sobre el manejo del agua.
Se necesitan ya, diálogos, clases, charlas, etc., para involucrar a la ciudadanía en torno a la realidad del recurso hídrico por excelencia, desde cómo se obtiene, hasta cómo se puede malograr y cómo conservarlo. Desarrollar hábitos relativos al control y prevención de la contaminación del agua. Enseñarles que ahorrar el agua es ahorrar dinero. Alertar sobre las enfermedades de origen hídrico. Sensibilizarles sobre nuestra incidencia en el medio ambiente y, en específico sobre los cambios climáticos y sus consecuencias.
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