Ella es de clase media. Tiene solo 26 años y a duras penas logró hacerse de una carrera universitaria para cumplir con sus padres. En su infancia, no entendía lo que era la discriminación. Le tenía otro nombre. A temprana edad, también sintió las miradas de “arriba abajo” que les echaban algunas madres de sus compañeros de colegio. “Creía que no les caía bien”.
Todo lo podía aguantar porque la niñez no conoce el rencor. Claro, las acciones desfavorables, sí suman peso al sano desarrollo de un niño o una niña. “Yo sola me preguntaba que por qué me rechazaban, si yo era una niña como las demás, un ser humano como todos”. Las lágrimas comenzaron a salir, pero sin impedirle continuar con su relato.
Fuente: Listín Diario
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