A principios de 1929, el alcalde de Berlín visitaba a Albert Einstein para ofrecerle, por su cincuenta cumpleaños, un regalo muy especial: una casa. Aunque se conocen muchas historias sobre la vida de Einstein, uno de sus lugares favoritos permanece prácticamente desconocido para la mayoría: su casa de verano en Caputh, en una localidad cercana a Berlín.
La siguiente frase explica por sí sola el porqué de la devoción de Einstein por ese lugar: «Si ustedes me quieren ver, aquí me tienen. Si lo que quieren es ver mi camisa, ahí está mi armario«. Éstas son las palabras que Einstein espetó a aquellos que le recriminaban tan poca formalidad, al andar sin camisa cuando eminentes científicos de la Academia Prusiana de la Ciencias le visitaban en su casa o, mejor dicho, en su refugio de Caputh. Cabe recordar que en aquella época los miembros de dicha academia se dirigían unos a otros con el calificativo de «su excelencia».
Durante aquellos años, vivía entre Princeton (EEUU) y Caputh (Brandeburgo, Alemania) y Einstein recibía en su casa de Caputh no solo a eminentes científicos, sino también a artistas, filósofos, activistas políticos y periodistas. Entre ellos, Mahatma Gandhi, a quien apoyó en su resistencia no violenta, y a Sigmund Freud, con quien mantuvo desde Caputh su famoso diálogo sobre la paz y la guerra. Para Einstein, la frontera entre ambas dependía, en gran medida, en la expansión de la cooperación internacional.
En el verano de 1930, Einstein recibió también en Caputh al premio Nobel de literatura Rabindranath Tagore, con quien discutió la relación entre la música occidental y oriental. Y, por supuesto, aquí también tocó Einstein su famoso violín. En Caputh, Einstein también comenzó a comentar cuestiones de religión y filosofía, que más tarde compartiría en forma de artículos en medios como revista The New York Times.
Pero Einstein, no solo recibía en Caputh a sus colaboradores y académicos, sino también a sus amantes, como desvela el propio guía de la visita a su casa. Este hecho disgustaba enormemente a su mujer, Elsa Einstein. Esta, incluso escribió a una de ellas, Margarete Lebach, en 1929 y desde el mismo Caputh, aparentemente para advertirle de que “debe escribir redacte mejor sus cartas, y con cuidado para que nadie las lea”.

El poeta y filósofo Rabindranath Tagore junto a Einstein, en su casa de Caputh en 1930.UNESCO
Hoy en día, sentarse en la habitación en que trabajó Einstein, perder la vista a través de la misma ventana a través de la cual vislumbraba como se pliega el espacio-tiempo, o andar el camino en dirección al lago en que solía disfrutar de su tiempo libre, son algunas de las cosas que los viajeros curiosos pueden hacer si visitan la casa de Einstein en Caputh, cerca de Berlín.

Albert Einstein en su casa en Caputh y el autor de este artículo en el mismo lugar, unos 85 años más tarde
Porque lo que llevó a Einstein a tener su refugio en Caputh, fue lo mismo que me llevó al auto de este artículo a habitar, por unas pocas horas, esa misma casa: un regalo. Como los que hacía Einstein a su hijo Eduard, al que en 1931, envió la siguiente invitación a Caputh en forma de cuarteto:
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