El 9 de noviembre de 1929 el director de los Museos Nacionales, Halil Edhem, recorría los sótanos del palacio Topkapi en Estambul en busca de mapas antiguos a petición del teólogo alemán Gustav Adolf Deissmann. Entonces se encontró con lo que le pareció un fragmento de un mapa entintado en piel de animal. Por orden del presidente Kemal Ataturk se llevó a Ankara para su estudio: se trataba del primer mapamundi de Amed Ibn al-Hayy Muhammad-i Karamanī-i Larendevī, Pīrī Re’īs, más conocido como Piri Reis (Re’is significa ‘almirante’ en turco).

Topkapi, el palacio donde se encontró el famoso mapa.
Reis nació en Gallipoli (Gelibolu para los turcos) hacia 1470. De familia de marinos, su tío era el poderoso marino Kemāl Re’īs, con el que navegará por las costas de Argelia y Túnez. Tras la muerte de su tío dio comienzo la época más fecunda de su vida. Asentado en Gallipoli se dedicó a escribir sobre navegación y cartografía, además de poner en orden las notas que había tomado sobre las costas del Mediterráneo occidental, lo que le llevaría a redactar el Kitab-i-Bahriye (Libro de los Mares), que terminaría hacia 1521 y donde incluyó comentarios sobre los descubrimientos geográficos portugueses y españoles. Entre 1513 y 1528 poco se sabe de él pero reaparece en 1529 acompañando en algunas expediciones al famoso Barbarroja. Después se le vuelve a perder la pista hasta 1547, cuando Suleiman I el Magnífico le nombra almirante de la flota otomana de Egipto y de la India, que patrullaba el Mar Rojo y el Océano Índico.
Un gran cartógrafo
De él conocemos dos mapamundis: uno dibujado en Gallipoli y fechado del 9 de marzo al 7 de abril de 1513 y otro en 1538-9: ambos se encuentran en el Museo Topkapi de Estambul. Del mapamundi de 1513 ha sobrevivido una parte de 85×60 cm, lo que significa que tenemos entre un tercio y la mitad del total (fue mutilado longitudinalmente la parte del mapa que representaba Europa, Asia y el Océano Índico). Es una obra que se encuentra a medio camino entre el portulano -el mapa de la época de los descubrimientos- y el objeto de lujo, debido a su rica decoración y calidad estética, además de textos descriptivos de las distintas tierras y circunstancias de su descubrimiento. El él, a la izquierda, se ve dibujado en colores el Océano Atlántico y las partes adyacentes de América, y casi toda la costa occidental africana a su derecha.

Piri Reis fue un avezado marino y un excelente cartógrafo.
Como el propio Piri Reis cuenta en su Libro de los Mares, se lo entregó como regalo al sultán Selim I en 1517 tras la conquista de El Cairo por los otomanos. En el propio mapa afirma que las Antillas fueron descubiertas en 1490-1 por “un infiel genovés, cuyo nombre era Colombo”. Y que para confeccionarlo había consultado multitud de fuentes: “Nadie ha visto mapa igual que éste en nuestra era. Ha sido elaborado por la mano de este hombre y ahora se ha compuesto tomando como base unos veinte mapas y yappamundos [mapamundi]”. Pero lo más interesante es que el contorno de América los dibujó “en base al mapa que Colombo dibujó de la región Occidental, que ha sido extractado conforme a una escala y esta imagen ha sido el resultado”. Los historiadores dudan de que consultara tal número de mapas, pero sí están de acuerdo que su fuente más importante fue ese mapa colombino, del cual dice cómo lo consiguió: “el difunto Kemāl Re’īs tenía un esclavo español. Este esclavo afirmó ‘he estado tres veces con Colón en aquellas regiones’.” Este dato parece incorrecto, pues aunque unos pocos marinos repitieron el segundo viaje con Colón, nadie lo hizo en el tercero. Los historiadores sospechan que el marino español capturado por su tío (que pudo haber sido hecho prisionero en Valencia) exageró sus peripecias marinas.
¿Un mapa de Colón?
Cuando en 1931 el orientalista Paul Kahle presentó este hallazgo en el 18º Congreso de Orientalistas celebrado en Holanda, fue toda una bomba: estábamos ante una copia de una carta náutica utilizada por Colón. Al año siguiente publicaciones como el Illustrated London News, divulgaron fotografías del mapa. Sin embargo, y a pesar de la sorpresa inicial, el mapa fue olvidado. Solo en 1954 un tal profesor Afetinan publicó en Ankara una monografía titulada El mapa más antiguo de América dibujado por Pīri Reis. Dos años más tarde un oficial de la marina turca entregó una copia del mapa a la Oficina Hidrográfica de la Armada de los Estados Unidos. Aquí es donde empieza la leyenda.

El mapa de Piri Reis no está completo, falta Europa, Asia y el Océano Índico.
El mapa fue examinado por M. I. Walters que se lo enseñó al capitán Arlington H. Mallery, un hombre obsesionado por demostrar que Norteamérica había sido colonizada por celtas y vikingos. De su análisis del mapa concluyó que en él aparecía la línea costera de la Tierra de la Reina Maud en la Antártida, pero sin la capa de hielo. ¡Alguien debía haberla cartografiado antes de que eso sucediera! Su conclusión fue que Piri Reis tuvo que haber usado mapas muy antiguos, hoy perdidos. Mallery convenció de sus ideas a Walters y también al jesuita Daniel Linehan, que había sido director del Observatorio de Weston, un laboratorio de investigación geofísica y sismológica. En agosto de 1956, Lineham y Mallery contaron su historia en un programa radiofónico cuyo contenido llegó a oídos de un profesor de historia de la ciencia llamado Charles H. Hapgood, que llevaba años trabajando en la hipótesis de que las eras glaciares las provocaba el desplazamiento de los polos terrestres. En 1958 publicó sus argumentos en el libro Earth’s Shifting Crust, que mereció un prefacio de Albert Einstein. El descubrimiento de un mapa con la Antártida sin hielo le venía como anillo al dedo, así que se puso manos a la obra.

¿Está dibujada la Antártida en el mapa de Piri Reis?
Así se crea un mito
Junto con algunos de sus estudiantes comenzó un estudio sistemático buscando pruebas de su hipótesis en otros mapas antiguos. Y en 1966 publicaba el fruto de su esfuerzo, Maps of the Ancient Sea Kings, según el cual hace 12 000 años existió una civilización muy avanzada que fue capaz de cartografiar todo el planeta. Por desgracia, desapareció de la faz de la Tierra destruida por uno de esos desplazamientos de los polos. No quedó nada en pie, ni el más mínimo resto arqueológico, salvo unos mapas que se copiaron una y otra vez durante cientos de años. Para apoyar su idea buscó la ayuda de Harold Ohlmeyer, teniente coronel cartógrafo del 8º Escuadrón de Reconocimiento de la Fuerza Aérea, que dijo del mapa de Piri Reis: «El detalle geográfico que figura en la parte inferior del mapa coincide de modo asombroso con los resultados del perfil sísmico que fue trazado por la expedición sueco-británica a la Antártida en 1949».
Así quedó establecido el mito, que fue amplificado y exagerado. Primero por los franceses Pauwels y Bergier en su libro de 1960 El Retorno de los Brujos (en el que su imaginación hace que Piri Reis regale sus mapas a la Biblioteca del Congreso en el siglo XIX) y segundo por Erich von Däniken en 1968, donde lo usó como prueba de su teoría de los antiguos astronautas. Desde entonces, todos los que se dedican a la pseudohistoria no han hecho más que repetir de manera cada vez más fantasiosa la “imposibilidad” del mapa de Piri Reis. Entre todos ellos destaca con luz propia Graham Hancock capaz de mezclar sin despeinarse el mapa de Piri Reis, las pirámides de Egipto y mitología maya.
¿Un mapa de gran exactitud?
La “extrema exactitud» del mapa de Piri Reis deja de serlo cuando se examina de cerca. Cierto es que acierta con la posición relativa de África y Sudamérica, pero si miramos al Caribe vemos que el trazado de las islas que allí figuran es tan pobre que ni su forma ni su distribución coinciden con la realidad: allí sitúa una gran isla rectangular que no existe. Pero es que además Hapgood hizo trampa: cogió el mapa y eliminó los errores que contenía. Y no solo eso, sino que desplazó, rotó y cambió de escala Centroamérica, el Caribe, la costa de Brasil y una zona donde Piri Reis dibujó una cadena montañosa que Hapgood identificó con los Andes. Pues bien, a pesar de tanta cocina la pretendida exactitud luce por su ausencia: el mismo Hapgood reconoce que en el mapa se han “perdido” 25º de latitud. Continuando con este suma y sigue, ni el Orinoco ni el Plata aparecen en el mapa, el Amazonas figura dos veces y el océano Pacífico ha desaparecido.

La pretendida exactitud del mapa de Piri Reis no lo es tanto…
¿Y la Antártida? Desde el tiempo de los griegos se pensaba que existía un continente muy al sur, la Terra Australis Incognita, que solía aparecer en los mapas europeos del siglo XV. Pero si nos fijamos, es una Antártida extraña: está unida a Sudamérica, se encuentra demasiado al norte, y los 900 km del paso de Drake y el mar de Weddel no aparecen. Dándose cuenta de las inconsistencias Hapgood se fijó en la Tierra de la Reina Maud, que está desplazada 10º hacia el este. Es aquí donde entró en juego Harold Ohlmeyer: para encajar el mapa con el de la expedición sismológica de 1949 (que cartografió algo más de 600 km) tuvo que levantar el nivel del mar la friolera de 200 metros (se calcula que si se fundieran todos los hielos continentales el nivel del mar no ascendería ni 100 metros). No obstante, el error más grave de Hapgood y Ohlmeyer fue presuponer que el perfil de una Antártida sin hielo era similar al que tiene con 30 millones de kilómetros cúbicos de hielo encima: si desapareciera un peso tan tremendo se estima que el continente ascendería un promedio de 600 metros, mostrando un perfil totalmente distinto. Y, por supuesto, la última vez que la Antártida estuvo libre de hielo no fue hace 12 000 años, sino 13 millones de años.
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