Mesopotamia ha sido un lugar de confluencia de pueblos distintos, cada uno con sus propios idiomas, etnias y culturas… ¿Quiénes fueron los mesopotámicos?
Un mosaico multicultural de civilizaciones antiguas
Hoy en día estamos acostumbrados a medir el espacio geográfico en función de variables como naciones, lenguas, culturas y religiones. Esta aproximación se debe principalmente a nuestro sesgo cultural. A finales de la Edad Media, la formación de los primeros estados-nación europeos (como Francia, Inglaterra y España) estableció un paradigma que verá su pleno desarrollo con la Revolución Francesa y el romanticismo, y que permanece en parte en nuestro mundo contemporáneo.
Si en Francia viven los franceses, que hablan francés, y en Inglaterra los ingleses, que hablan inglés, ¿quiénes eran entonces los mesopotámicos? Y ¿qué idioma hablaban?
Podríamos decir que nunca existió un pueblo mesopotámico. Desde las épocas más antiguas, Mesopotamia ha sido un lugar de confluencia de pueblos distintos, cada uno con sus propios idiomas, etnias y culturas. En las fuentes escritas del iii milenio los nombres sumerios se alternan con nombres acadios, amorreos y elamitas.
Asimismo, el panteón religioso es muy variado, y los dioses sumerios comparten el escenario con sus interpretaciones semitas e incluso con otras divinidades. Los sumerios y los semitas constituían en el iii milenio los dos principales grupos lingüísticos mesopotámicos.
Hasta el final de la época protodinástica los sumerios habían sido el grupo más influyente en la historia política de la Mesopotamia meridional, pero a mediados del siglo xxiv a. C. algo estaba a punto de cambiar. Algunos equilibrios se habían roto y los semitas se disponían a conquistar, política y militarmente, la mayoría del mundo conocido.
Sargón de Akkad: el ascenso imparable de un líder en la Historia de Mesopotamia
Si bien el elemento sumerio fue políticamente el más relevante, ya en el iii milenio en las ciudades del centro y del norte de Mesopotamia se notaba una fuerte presencia semita. En una de estas ciudades, Kish, a mediados del siglo xxiv a. C. un hombre destinado a la fama preparaba una operación que cambiaría para siempre la historia de Mesopotamia.

Estela de Naram- Sin o de la victoria. Construida en torno al 2250 a. C.
Se llamaba Sargón, y empezó su carrera política como primer ministro — literalmente «copero»— de Ur-Zababa, rey de Kish. Tras la probable conquista militar de la ciudad de Kish por parte de Lugalzagesi, Sargón aprovechó la confusión política del momento para asumir el trono de su ciudad y organizar su propia campaña militar.
Sus inscripciones reales nos informan de una primera fase de expansión hacia el sur, en la que derrotó al ejército de Lugalzagesi y, tras 34 batallas, conquistó todas las ciudades hasta la costa del mar inferior —es decir, el Golfo Pérsico—. De esta manera, el excopero de Kish se aseguró el acceso a las vías marítimas de comunicación y comercio hacia Dilmún (Baréin), Magán (Omán) y Meluhha (el valle del Indo), y su reino asumió por lo tanto el rol de potencia internacional.
Después de haber fortalecido la economía y las relaciones internacionales, Sargón se lanzó a otra exitosa campaña, esta vez en el este, contra los estados iranios de Elam y Marhashi que, sin embargo, permanecieron independientes. Durante su prolífico reinado, Sargón fundó una nueva capital, Akkad —cuyo emplazamiento todavía permanece sin identificar—, que dará el nombre a su pueblo, los acadios, y a la lengua semita, que a partir de este momento se usará en la administración y en las inscripciones reales, es decir, el acadio.
El legado de Sargón: explorando los sucesores y el esplendor del Imperio de Naram-Sin en Mesopotamia
A Sargón le sucedieron sus hijos Rimush y Manishtusu. El primero protagonizará la represión de las revueltas de las ciudades sumerias en el sur del reino, mientras que el segundo se dedicará a expediciones allende el mar inferior en el altiplano iranio para proteger los intereses comerciales. Con Naram- Sin —hijo de Manishtusu y nieto de Sargón— los territorios bajo dominio acadio llegarán a su máxima extensión y la construcción estatal a su máximo prestigio.
En su largo reinado, Naram-Sin fue capaz de empeñar exitosamente batalla hacia todos los puntos cardinales, por lo que merecidamente se atribuyó el título de rey de las cuatro partes del mundo. Por primera vez el dominio de un soberano mesopotámico se extendía realmente del mar inferior al mar superior, es decir del Golfo Pérsico al Mediterráneo.
En sus largas campañas, Naram-Sin conquistó el país de Subartu y Asiria por el norte, cruzó el Éufrates por el oeste y se adentró en Siria destruyendo importantes ciudades como Armanum y Ebla. También volvió a cruzar los Zagros por el sureste, como sus predecesores, para consolidar el dominio acadio en Elam, y a su paso derrotó a las tribus de las montañas (hecho que se conmemora en la célebre Estela de la victoria).

Ilustración representando una ciudad mesopotámica.
Fue el primer soberano en atribuirse características divinas, y su nombre resonaba en todo el mundo gracias a las inscripciones que diseminaba. Pese a las comprensibles reticencias de algunos investigadores, con Naram-Sin se suele hablar de un verdadero imperio por extensión territorial, construcción ideológica, estructura administrativa y esfuerzo propagandístico. De hecho, con Naram-Sin se asiste a la creación del primer imperio universal de la historia.
El ocaso del Imperio: la disolución de un poder milenario en Mesopotamia
El hijo y sucesor de Naram-Sin, Sharkalisharri, heredó un imperio construido a lo largo de tres generaciones de antepasados. Las actividades del nuevo soberano se enfocaron más en la gestión del centro del imperio, y es entonces cuando el pequeño núcleo urbano de Babilonia, tan central en la historia mesopotámica y hasta ahora invisible en las fuentes, empieza a ganar en población y prestigio.
Sin embargo, Sharkalisharri no pudo defender las fronteras de los ataques de los amorreos en el noroeste y de los elamitas en el sureste, a la par que desde los Zagros se cernía sobre Akkad una nueva y desconocida amenaza.
Después de Sharkalisharri el imperio se encontró en una paulatina decadencia. De hecho, durante los años inmediatamente posteriores a su muerte, Akkad quedó vacía políticamente. Según la Lista Real Sumeria, cuatro soberanos se alternaron en el trono imperial en tan solo tres años. Después de ellos, un tal Dudu y su hijo Shu-Turul reinaron durante unas décadas más en un imperio desgarrado por las fuertes tendencias independentistas.
El ocaso definitivo llegó con la entrada desde los Zagros de un nuevo pueblo, los guteos, que se impusieron en Mesopotamia durante aproximadamente un siglo. Así, tras casi doscientos años de historia, la aventura política de Sargón de Akkad y de su gloriosa dinastía llegó a su fin, aunque su legado viviría para siempre.
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